Y llego lo peor, mi episiotomía comenzó un proceso de infección, el dolor no ayudaba y las pequeñas grietas de mi pezón no era el mejor compañero para tanto dolor físico y cansancio psicológico.
Pasados 10 días parecía que la cosa mejoraba, que poco a poco todo encajaba y yo algo resplandecía, hasta la primera visita del Pediatra. Detectó que Adriana tenia Displacía en la cadera izquierda, nos hizo un pasé urgente para que traumatología la revisará y así evitar más tardanzas que pudieran dar lugar a otras complicaciones. Vamos protocolo rutinario, al que estaba familiarizada y al cual no le di mayor importancia.

Yo me repetía y me repetía que era lo mejor para ella, que en 5 meses estaría estupenda, y esto evitaba una cirugía y múltiples problemas en su desarrollo futuro. El éxito es muy alto en edades tan tempranas. Pero mis ojos no paraban, y mi corazón se hundía, lloraba y lloraba, estuve más de 24 hora llorando, era imposible de parar. Creo que me dio el pretexto perfecto para soltar todo lo escondido, lo reprimido.
Mi pobre marido, intentaba lo que fuera para que mejorará, para que no llorará, incluso me compró una tarta, velas y picoteo porque ese día cumplía 30.
Le agradecí y le seguiré agradeciendo toda la vida, ese gran esfuerzo, porque para el, todo aquello tampoco era fácil. Pero aun así, recuerdo ese cumpleaños como el más amargo de mi vida.
Y aquí, mi depresión dio la cara, aquí mi depresión se apodero de la poco luz que podía haber en mi corazón
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