Soy una fanática de los niños y de la maternidad, con lo cual para mi amamantar no era una opción era mi devoción, sin embargo mi concepto cambio tras dar a luz a mi hija.
No sé si el desencadenante fue la depresión o una cosa llevo a la otra, pero la lactancia materna se convirtió en un mundo de dudas, miedos y culpas. Dudas, porque me preocupaba como compaginar mi ambición profesional con la maternidad. Miedos, por trasmitir mi estrés mientras amamantaba y culpa porque no entendía porque me sentía tan mal cada vez que lo hacía.
Pasaban los meses y la situación no mejoraba, y los peores momentos llegaban cuando tenía que dar el pecho en la calle, en un centro comercial o en el metro. Me sentía vulnerable, observada e intimidad y los nervios me superaban. Eso genero dejar de salir sola con mi niña, porque en casa me sentía mucho mejor, en casa estaba todo bajo control. Y la Agorafobia comenzó.
Aun así, me negaba a dejar de ofrecer el pecho a mi hija, pero a los cuatro meses y medio sentía que mi leche ya no le abastecía. Hice una visita al Pediatra por si necesitaba complementar con biberón u otra opción y casi sus ojos me matan. Me salvo la báscula, ella confirmo que mi pequeña se quedaba con hambre, había bajado 300 gramos. Pero aun así, su charla me hizo sentir una mala madre, por tan solo plantear la combinación de teta y biberón.
Y ya os podéis imaginar lo bien que le sentó tal expresión a "mi alto y estable nivel emocional". Llegue a casa pensando que era una egoísta, que tal vez lo único que quería era despojarme de mi hija, me preguntaba que vinculo estaba creando si a la mínima no insistía...
Un mes después, tras sufrir una grave gastroenteritis, con lo que estuve convaleciente más de una semana. Nuestra hija decidió por nosotros, en menos de 26 horas hizo tantas tomas, que acabo con las 32 bolsas de leche materna que tenía en el congelador, la que menos contenía 250 ml.
Y en ese momento decidí, que éramos su padre y yo los que teníamos que elegir la mejor alimentación para nuestro bebé. Me daba igual lo que recomendara la OMS, el Pediatra o exigiera la sociedad. Ya estaba bien de hacerme sentir tan mal.
Comenzamos a introducir alimentación complementaria ofreciéndole como postre la poca leche que me quitaba. Hoy, 25 meses después, nuestra pequeña crece fuerte, sana y feliz.
Es cierto que no amamanté todo lo que previamente quería, pero lo que hice lo hice bien, lo hice con amor y desde el corazón, y orgullosa de ello estoy....
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